Al final del s. XVIII en Francia había unas dos mil unidades de pesos y medidas, una maraña que obstaculizaba el comercio. En diferentes momentos se había intentado poner orden en este caos metrológico, pero el resultado había sido siempre el mismo: un fracaso. Serían los revolucionarios franceses quienes, con el objetivo de hacer iguales a todos los ciudadanos, alcanzarían la deseada, al menos para algunos, unificación.

El 8 de mayo de 1790, la Asamblea encargó a la Academia de Ciencias de París una propuesta de reforma del sistema metrológico. Los sabios de la Academia decidieron, además de referirse todas las unidades de medida a la de longitud, el metro, utilizar el sistema de numeración decimal y utilizar la naturaleza para definir la longitud del metro.

Como el metro lo iban a definir en relación con la longitud de un meridiano terrestre, se encargó a los dos astrónomos de más prestigio del momento, J. B. J. Delambre y P. F. A. Mechain la medida de le longitud de un arco del meridiano que pasa por París. El primero mediría desde Dunkerque a Rodez, y el segundo desde Rodez en Barcelona. Lo que debía ser un trabajo de unos pocos años se convirtió en una aventura de siete años.

Al final de este periplo, los astrónomos presentaban en una comisión internacional sus cálculos. Una conclusión era que el geoide terrestre era más irregular de lo que se suponía.

Ante la insistencia de Mechain de ampliar el arco de meridiano medido, se acordó que Mechain se desplazase a Barcelona y que midiese hasta Ibiza. Mechain murió en Castellón, dejando la tarea a medio hacer. J. B. Biot y F. Arago fueron los encargados de terminar el trabajo. Si inicialmente tenían previsto llegar hasta Cullera, la buena visibilidad del Montgó desde Baleares les aconsejó bajar hasta esta montaña. En 1807 daban por finalizadas las triangulaciones.

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